sábado, 3 de septiembre de 2005

Christus Mansionem Benedicat


En la procesión de las ofrendas de la Misa con el papa en Marienfeld, además de llevar el pan y el vino, unos niños vestidos de Reyes Magos llevaban oro, incienso y mirra. El folleto de oraciones y cánticos que todos teníamos entre manos explicaba en varios idiomas el porqué de esos niños y el porqué de esas ofrendas.
Lo de las ofrendas no tiene novedad alguna, aunque sí mucha enjundia. El mensaje de convocatoria de Juan Pablo II para esa Jornada ya decía "traed vosotros también el oro de vuestra vida al Señor, o sea la libertad de seguirle por amor, contestando fielmente a su llamada; dejad que el incienso de vuestras oraciones fervientes se levante hacia Él para alabar su gloria; ofrendadle la mirra, el cariño agradecido hacia Él, el verdadero hombre que nos ha amado tanto que ha muerto como un criminal en el Gólgota".
Lo de los niños vestidos de Reyes Magos sí que necesitaba explicación, al menos para los españoles. La copio: "Desde el siglo XVI existe una costumbre en Alemania, Bélgica y los Países Bajos en la que jóvenes o niños cristianos se disfrazan de Reyes Magos y van de casa en casa para llevar el mensaje del nacimiento de Jesús. Hoy en día en Alemania, son unos 500.000 niños y jóvenes que de esta forma cuentan la buena nueva mientras recogen donaciones para niños de países más pobres y escriben con tiza las iniciales de la bendición en el marco del portal de la casa: "C + M + B", Christus mansionem benedicat (Cristo bendiga este hogar)." Y terminan diciendo que "tan sólo el año pasado, se recogieron donaciones por la suma de 34 millones de euros".
Me parece que la historia completa sirve para hablar de la importancia de las cosas pequeñas. No hay nada grande que no se componga de muchos pocos. Como muestra, ahí va la foto de uno de esos jóvenes peregrinos que estuvieron en Marienfeld; porque un millón es uno más uno más uno más uno... y así sucesivamente.

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